La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, celebrada este año el 27 de junio, es mucho más que una tradición religiosa: es una expresión viva de fe, cultura y comunidad en muchas regiones de Colombia y del mundo.
Esta solemnidad, instituida oficialmente por la Iglesia Católica en 1856, honra el corazón de Cristo como símbolo de su amor infinito, su misericordia y su entrega por la humanidad. Su origen se remonta a las revelaciones místicas que recibió Santa Margarita María de Alacoque en el siglo XVII, quien promovió esta devoción con el lema que hoy resuena en millones de corazones: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”.
Un altar que florece con fe
En templos, parroquias y capillas rurales, esta fiesta se celebra con novenas, misas solemnes, altares decorados, flores, velas y cantos. La imagen del Sagrado Corazón suele presidir el altar mayor, rodeada de adornos que reflejan el amor y la entrega de las comunidades creyentes.
En el Oriente Antioqueño, por ejemplo, es habitual ver cómo las familias, los barrios y los grupos pastorales se unen para embellecer los templos con telas, luces, flores naturales y ofrendas, creando un ambiente que conmueve e invita a orar desde lo más profundo.
Una fiesta del alma y del corazón
Más allá de su dimensión estética, esta celebración toca fibras espirituales muy profundas: es una invitación a la esperanza, a la reconciliación, y a renovar el compromiso con el prójimo, especialmente con quienes más sufren. También es una oportunidad para consagrar nuestras vidas, nuestras familias y nuestros territorios al amor de Cristo.
El Sagrado Corazón se convierte, así, en un llamado a vivir con más ternura, con más justicia, y con más compasión.