1.No hay que prestar fe a todo lo que oímos o a toda sugerencia. Al contrario: cada cosa debe ser examinada ante Dios con prudencia y magnanimidad del alma.

Muy a menudo pensamos y hablamos mal del prójimo, en vez de pensar y hablar bien. Así es nuestra miseria. Pero los varones perfectos no creen a la ligera todo lo que se les dice porque conocen la debilidad humana, propensa a la maledicencia y aficionada a la murmuración.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.