Por Martha Isabel González
Ámate y no vuelvas al mismo lugar que te hizo sentir inseguro, triste, molesto o mal amado… Créeme, ahí no perteneces.
La felicidad está dentro de ti, no al lado de nadie. Aprende a ser feliz contigo mismo, porque donde está tu felicidad, está tu Ser.
La felicidad se construye sobre el fundamento del amor propio, pues no puedes dar lo que no tienes. La mejor manera de ser feliz es contribuir a la felicidad de los demás, pero desde tu plenitud.
Señales de que te falta amor propio:
- ¿Te reconoces y eres capaz de ser tú mismo frente a los demás o, por el contrario, tiendes a complacer para encajar?
- ¿Cómo te comportas con tu pareja, amigos, familia, en el trabajo?
- Sientes el deseo constante de agradar y complacer al otro, incluso sacrificando tus propios deseos por miedo al rechazo o al enojo.
- Tu autovaloración depende de otros, no de ti mismo.
¿A quién le estás entregando el poder sobre tu vida? - Te cuesta poner límites, no sabes decir “no”.
- Buscas agradar para ser querido.
- Vives para complacer a tu esposo, padres, familia o amigos. Esa complacencia constante te intoxica y puede generar un desequilibrio emocional: aumento del cortisol, estrés, ansiedad.
No debes llegar a estados de fatiga, sobrecarga, rechazo, culpa, rabia o miedo. Ese es el precio de no poner límites en tus relaciones.
La responsabilidad de sanar es tuya. No te corresponde sanar a los demás.
¿Cómo empezar a equilibrar tu autoestima?
- Acepta quién eres y sé fiel a ti mismo.
- Acepta y respeta a los otros tal como son.
- Recuerda: poner límites no te convierte en una mala persona. Es un acto de amor propio y autocuidado.
- Reconoce tus necesidades, establece límites con respeto y comprende que decir “no” a lo que no te sirve es decir “sí” a tu bienestar.
- Lo que se permite, se repite.
- No tienes la responsabilidad de cambiar el comportamiento de otros, pero sí la de proteger tu estabilidad emocional.
- No es tarea de otros conocer tu valor: es tuya.
Sé amable contigo. Haz lo que realmente te haga feliz. Observa cómo te hablas, sé gentil con tus emociones, respira profundo, ve a tu propio ritmo.
Aprende a cuidarte. Nadie lo hará por ti.
Hacer de ti una prioridad no es egoísmo, es necesidad.
Identifica tus fortalezas y tu luz.
Enfócate en lo que importa, en lo que suma, en lo que aprendes y en lo que tienes.
Confía en ti, en todo lo que eres capaz de construir. Paso a paso, irás creando la vida que deseas.
Ponte guapo(a) para ti. Sonríe para ti. Haz planes para ti. Sé feliz para ti.
Hoy me elijo, me priorizo.
Entiendo que si estoy bien conmigo, estaré mejor con todo lo que me rodea.
Con el tiempo, aprendes a cuidar tu energía, a elegir bien los lugares que frecuentas, las personas que te rodean, las situaciones que decides dejar atrás y las enseñanzas que eliges conservar.
Así como vibras, atraes.
Vive agradecido y la vida te dará más motivos para agradecer.
Que la actitud de otros no cambie tu corazón.