1. Hijo, déjame hacer contigo lo que quiero; yo sé lo que más te conviene. Tú piensas como hombre y, en muchas cosas, adhieres a los sentimientos puramente humanos.

Señor, es verdad cuanto dices. El cuidado que tú tienes por mí supera en mucho al que yo pueda tener por mí. El que no pone toda su preocupación en ti, está muy expuesto al peligro de caer.

Señor, haz de mí lo que quieras, con tal que mi voluntad esté firmemente dirigida a ti y establecida en ti. Sólo puede ser bueno lo que tú hagas de mí.

Lea también: Tu felicidad no es como la que consideran y admiran los necios amigos del mundo

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.