1. Hijo, yo bajé de cielo para tu salvación y abracé tu pequeñez, no por necesidad, sino por la caridad que reinaba en mi corazón, para que aprendieras la paciencia y sufrieras sin irritarte las miserias temporales.

En efecto, desde el momento de mi nacimiento hasta el de mi muerte en la cruz, no me faltaron dolores para padecer.

Tuve mucha escasez de bienes materiales, a menudo oía muchas murmuraciones de mí, soporté con paciencia afrentas y orpobios. Por mis beneficios, recibí ingratitudes; por los milagros, blasfemias, y por mi doctrina, críticas.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.