2. En efecto, cuando algunos tratan de prepararse para la sagrada comunión, son asaltados más que en cualquier otra circunstancia por los ataques de Satanás. El espíritu del mal —como dice en el libro de Job (1, 6; 2, 1)—, se mezcla entre los hijos de Dios con el fin de perturbarlos con su acostumbrada perfidia o llenarlos, de excesiva timidez y angustia, para entibiar de este modo su fervor o debilitar su fe con el vigor de sus embestidas, para ver si acaso abandonan del todo la comunión o si se acercan a ella con tibieza.

Pero no hay por qué preocuparse de sus astucias ni afligirse el sentir sus tentaciones, por más torpes y horribles que sean, al contrario hay que tomarlas y devolverlas tirándoselas todas a su cabeza. Conviene reírse y menospreciar a este espíritu miserable y no dejar nunca la sagrada comunión por grandes que sean sus tentaciones y perturbaciones.

Lea también: Capítulo 10 | La sagrada comunión no se debe dejar fácilmente

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.