72. No hay nada entre los hombres que nos haga pertenecer más a otro que la esclavitud; tampoco hay nada entre los cristianos que nos haga pertenecer más absolutamente a Jesucristo y a su santísima Madre, que la esclavitud voluntaria, según el mismo ejemplo de Jesucristo quien tomó la forma de esclavo por nuestro amor: Formam servi accipiens (Fil. 2, 7); y de la santísima Virgen, quien se proclama a sí misma la sierva y esclava del señor (Lc. 1, 38). El apóstol se llama honrosamente servus Christi (Rom. 1, 1; Gal. 1, 10; Fil. 1, 1; Tit. 1, 1). Los cristianos son llamados varias veces en la Sagrada Escritura servi Christi; y esta palabra de servus, según lo resalta en verdad un gran hombre, antiguamente no significaba otra cosa que esclavo, ya que no habían aún siervos como los de hoy en día; los amos no eran servidos sino por esclavos o libertos: es lo que el catecismo del santo Concilio de Trento, a fin de no dejar duda ninguna de que somos esclavos de Jesucristo, expresa en términos que no deja lugar a equívocos, llamándonos mancipia Christi, esclavos de Jesucristo. Presuponiendo esto:

73. Afirmo que debemos ser de Jesucristo, y servirlo no solamente como siervos mercenarios, sino como esclavos amorosos, que por efecto de un gran amor se dan y entregan a su servicio en calidad de esclavos, sólo por la honra de pertenecerle. Antes del Bautismo éramos esclavos del diablo: el Bautismo nos torna esclavos de Jesucristo. Por lo tanto, es necesario que los cristianos sean esclavos del diablo o esclavos de Jesucristo.

Fuente: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María y el Secreto de María

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