3. Así como tu bienaventurado precursor Juan el Bautista, el más grande entre todos los elegidos, en el gozo del Espíritu Santo dio saltos de alegría en tu presencia cuando aún estaba encerrado en el vientre de la madre, y como más tarde, viendo a Jesús caminar entre la gente, con tierno amor y humildad profundísima decía: El amigo del esposo, el que está a su lado y lo oye, se alegra mucho con la voz del esposo (Jn. 3, 29), del mismo modo deseo arder yo en elevados y ardientes deseos y presentarme a ti con todo el afecto de mi corazón.

Por lo cual te ofrezco y te presento los sentimientos de júbilo, los afectos ardientes del corazón, los altos éxtasis, las iluminaciones sobrenaturales y las visiones celestiales de todos los devotos, juntamente con toda las virtudes y las alabanzas con que te celebraron y te han de celebrar en el cielo y en la tierra todas las criaturas. Te los ofrezco por mí y por todos los que se han encomendado a mis oraciones, para que seas por todos dignamente alabado y glorificado eternamente.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.