4. Ahora bien, Dios, en este mundo, ha ordenado las cosas de esta manera para que sobrellevemos recíprocamente nuestras cargas (cfr. Gál. 6, 2). Porque no hay nadie sin defecto y todos llevamos nuestras aflicciones; no hay nadie que baste a sí mismo y nadie es suficientemente sabio. Es indispensable, pues, soportarnos mutuamente y juntamente consolarnos, ayudarnos unos a otros, instruirnos y aconsejarnos.

El momento de la adversidad manifestará cuán alta sea la perfección alcanzada. Esas ocasiones no debilitan al hombre, sí demuestran cuál es su estado.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.