3. Ella pidió al Señor pobreza y humildad. Y El, escuchándola, tuvo a bien ocultarla en su concepción, nacimiento, vida, misterio, resurrección y asunción, casi a todos los hombres. Sus propios padres no la conocían. Y los ángeles se preguntaban unos a otros. ¿Quién es esta? Porque el Altísimo se la ocultaba. O, si algo les manifestaba de Ella, era infinitamente más lo que les encubría.

4. Dios Padre —a pesar de haberle comunicado su poder— consintió en que no hiciera ningún milagro, al menos portentoso, durante su vida.

Dios Hijo —a pesar de haberle comunicado su sabiduría— accedió a que Ella casi no hablara.

Dios Espíritu Santo —a pesar de ser Ella su fiel Esposa— consintió en que los Apóstoles y Evangelistas hablaran de Ella muy poco y sólo en cuanto era necesario para dar a conocer a Jesucristo.

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