¡La guerra ha terminado!

La manzana de la discordia fue transformada en la manzana de la cooperación por la misma diosa Eris, con su bendición lo gritó a los cuatro vientos para que el mensaje inunde cada rincón del universo; su eco se prolonga por las distintas horas del día hasta convencer a todos de la verdad que es. Quedaron extintas las razones para estar enojados, esconderse, llorar, correr, paralizarse de miedo o matar.

El gen de la guerra ha desaparecido de nuestro mundo. Envío el mensaje por los siete mares para que permee la piel de cada ser y se introduzca en sus venas, llegue a sus corazones, a sus mentes de modo que pueda asimilarse al ritmo de cada palpito formando un fluido continúo con el tinte de la razón.
Dejo una grabación activada con esta información en los cuatro puntos cardinales, en los idiomas de cada uno de los tiempos y espacios con la intención de que todos sin importar su época, su raza lo puedan conocer.

Hago uso de todas las artes. Me valgo de ellas para que se aprecie a través de los sentidos con todo rigor el momento presente.

¡La guerra terminó!

La guerra civil, la religiosa, la territorial, la comercial, la política. Los dioses de la guerra se han liberado de sus responsabilidades. Las armas: el veneno, las jugadas maestras, el acecho, el espionaje, la traición, los códigos secretos, las estrategias, las pautas mentales; todos estos instrumentos han dejado de ser útiles.

Las alarmas han sido disueltas, el sentido de poderío en los hombres se transformó en fortaleza para tomar decisiones acertadas en pro del amor a su especie, la necesidad de dominar sobre otro se convirtió en estorbo. Las fórmulas usadas para apropiarse de las mentes, los corazones y las voluntades se han disuelto igual que los enemigos.

El verbo y la imaginación como en todos los tiempos continúan siendo nuestros amigos; son facilitadores para sanar las heridas en las diferentes dimensiones del individuo.

La humanidad al fin se reconoce humana. El momento actual es el de la reconciliación de uno con uno y con todos. Nos mantenía atada la mente, vendados los ojos, obstruidos los oídos la vieja costumbre. Ahora nos concentramos en pisar fuerte por el país de nuestro interior con las alas de la despreocupación por lo que hace o deja de hacer el prójimo, sabemos que ha terminado la guerra quedando libres con la claridad de saber cómo y a dónde ir.

Dedicado a Nacha por su amor incondicional.

Por: Berenice Pérez Hincapié.

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