109. En cuarto lugar, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es constante; consolida al alma en el bien, llevándola a no abandonar fácilmente sus prácticas devotas; la vuelve corajosa para resistirle al mundo en sus modas y máximas; a la carne, en sus fastidios y pasiones; y al demonio, en sus tentaciones; de tal manera que una persona verdaderamente devota a la Santísima Virgen no es inconstante, melancólica, escrupulosa ni tímida. No quiere esto decir que no caiga, y que no cambie alguna vez en la sensibilidad de su devoción; mas si ella cae, se levanta, extendiéndole la mano a su bondadosa Madre; si pierde el gusto o lo sensible de la devoción, no se desalienta, ya que el justo y devoto fiel de María vive de la fe (Heb. 10, 38) de Jesús y de María, y no de los sentimientos del cuerpo.

Fuente: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María y el Secreto de María

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