Quizá la amenaza de pasar una eternidad ardiendo en las llamas del infierno no arrojó ningún fruto en el proceso de purificación del pensamiento, sentimiento y accionar de la raza humana.

A la fecha y para las circunstancias actuales todo ser humano sabe y siente en su consciencia la necesidad de un cambio interno y a nivel mundial; pero cada individuo siente como verdad que es el vecino el del error, pues nunca se nos ha dicho que cuando ves al de al lado te ves a ti mismo, es tu propio reflejo, puesto que es imposible conocer al otro sin conocerse a sí mismo. Hemos estado tan ocupados en lo que sucede a nuestro alrededor que nos hemos perdido, continuamos sin encontrar la ruta que nos conduzca al sendero de nuestro propio reencuentro.

Cualquier amenaza o castigo hecha en el pasado o construida en el presente se convierte en un desperdicio de energía, además, de no existir nadie con autoridad moral o de otro tipo que tenga derecho a juzgar los actos de un semejante pues, la fuerza del espíritu es quien guía nuestro ser a la bondad, al respeto, a la compasión por nosotros y por aquellos que erran en su conducta.  La comprensión, el perdón y el amor puro es el pan del cual debemos alimentarnos cada día. Sobre todo abrir la mente al respeto por sí mismo y por los otros.  La libertad es posible y esa libertad va hasta donde interviene la libertad del otro. Se pierde la libertad y se hace esclavo cuando sometes de algún modo al otro.

Todo lo que vive una persona está determinado por diversos aspectos, la época, el medio ambiente, las posibilidades y los recursos a los que pudo acceder, su crianza y su fuerza interior. Por eso no es la autoflagelación, ni la autorización para que otros nos castiguen, es el despertar de la consciencia, la búsqueda de sí mismo lo que nos va a llevar a transformar nuestro mundo. 

Suena terrible cuando algunos piensan en repetir vivencias de odios, de miedos, de persecuciones; es sabido que en el pasado no ha sido afortunada ninguna de estas prácticas, hoy los bebés nacen con los ojos abiertos y buscando la manera de permanecer despiertos; no podemos ignorar que el ambiente, las circunstancias, los medios y la misma evolución nos exige que abandonemos nuestros prejuicios y nos adaptemos al cambio. Para dar un poco de más claridad y apertura a lo ya dicho, cito algunos detalles que nos horrorizan: existen cientos de religiones en el mundo, muchas de ellas sostienen que si no estás dentro irás al infierno por toda la eternidad.

En algunas es obligación tener determinado número de mujeres, en otras más de una es pecado mortal, tomar café puede llevarte al inframundo, mientras para otros asesinar en nombre de su Dios te lleva al paraíso sin ninguna parada durante el trayecto.

Todos los seres estamos en un proceso de aprendizaje en el que nos hemos estancado en la repetición de conductas; se requiere hoy de una voluntad individual para cambiar de vibración, para conseguir otro nivel de consciencia en el ser, con la posibilidad de que todos quepamos con igualdad de derechos en nuestro planeta.

Podría iniciarse el proceso respetando la individualidad de raza, credo, pensamiento político, inclinación sexual, todo cabe en el amor infinito que dormita en cada uno de nosotros.

Se hace necesario disolver las fronteras imaginarias que hemos puesto a quienes por su «diferencia» nos atemorizan.

Cuando se desconocen los derechos de alguien,  se crea un desbalance, en este punto de nuestra historia es inminente la necesidad de hacernos mejores.

Por: Berenice Pérez Hincapié