En un importante evento para la región, Cornare y el Instituto Alexander von Humboldt presentaron los resultados del primer Inventario Participativo en Antioquia, que arrojó más de 694 imágenes de fauna silvestre captadas y el registro de 316 especies, como algunos de los datos científicos recogidos por 15 familias campesinas, socias del esquema BanCO2, ubicadas en la cuenca media del río Claro, entre los municipios de San Francisco y Sonsón.

Esta iniciativa que se viene desarrollando desde hace dos años, tiene como fin aterrizar el modelo de ciencia participativa entre las comunidades campesinas con la implementación de herramientas y metodologías que permitan potenciar el conocimiento local y científico para comprender la biodiversidad a través del inventario de ecosistemas como peces, anfibios, reptiles, mamíferos, plantas e insectos.

La directora del Instituto Alexander von Humboldt, Brigitte Baptiste, explicó que esta es la primera experiencia de inventario participativo que se realiza en el país con especial cuidado, “lo más importante de este trabajo con las comunidades es el mensaje de que la biodiversidad debe ser manejada y protegida por la gente que convive con ella, pues son los primeros interesados, responsables y capaces de reservar un patrimonio que es de toda la humanidad”.

Para hacer realidad este sueño se unieron grandes investigadores tanto del Humboldt como de Cornare y con el apoyo de profesionales de la Universidad de Antioquia y la Universidad Católica de Oriente, se consolidó este piloto, logrando llevar la ciencia al campo de forma cercana y convirtiendo a las familias campesinas en los nuevos “investigadores científicos” que promueven la conservación de la biodiversidad.

“Los protagonistas de este proyecto fueron campesinos que cambiaron su machete y azadón por las cámaras trampa o binóculos, familias que cambiaron su tradición campesina por un momento y se volvieron científicos para enseñarnos la verdadera dimensión de la flora y la fauna de sus comunidades”, precisó el director general de Cornare, Carlos Mario Zuluaga Gómez.

Esta experiencia fue enriquecida gracias al uso eficiente de la tecnología, con el acompañamiento de las diferentes instituciones los campesinos se capacitaron en el uso de cámaras trampa, ubicados en zonas estratégicas de sus predios. Además de recibir estos dispositivos que permiten captar imágenes de las especies, fueron entregados tablets y binoculares con el fin de procesar la información de una manera adecuada, lo cual contó con una inversión cercana a los $200 millones por parte de Cornare.

La Secretaria de Medio Ambiente de Antioquia, Lucy Rivera Osorio, estuvo presente en la socialización de estos resultados y se comprometió públicamente a destinar $100 millones para que sean utilizados en estos procesos de conservación que involucran comunidades rurales, “la idea es seguir apoyando este tipo de iniciativas y por eso desde la Secretaría les hemos propuesto un recurso para ver si consolidamos corredores biológicos como el de los felinos”, dijo la funcionaria de la Gobernación.

Durante este primer piloto, que contó con la participación de 45 personas, entre ellos, niños, jóvenes y adultos, se logró el registro de 316 especies, entre las que se encuentran 119 aves, 15 mamíferos, 93 plantas, 21 reptiles y 18 peces, pero lo más importante fue lograr que la comunidad se empoderara del proceso.

“Primero cuando escuchábamos los tigrillos éramos desesperados por saber cómo los íbamos a contrarrestar y ya hoy sabemos dónde están ubicados gracias a las cámaras trampa, podemos hablar de ellos, conviven con nosotros y los defendemos”, relató José Cárdenas, habitante de la vereda La Hinojosa de San Francisco.

Todos los registros obtenidos por las familias campesinas se pueden conocer través de la plataforma Naturalista, ingresando en el proyecto “Inventarios participativos BanCO2” o a través de http://naturalista.biodiversidad.co/projects/inventarios-participativos-banco2.

Registrar la biodiversidad y detectar cambios a través del tiempo en el territorio, contribuyen al diálogo de saberes entre las comunidades rurales y la comunidad científica, promoviendo el arraigo y el empoderamiento hacia la conservación de los recursos naturales.

Fuente: Oficina de Comunicaciones CORNARE