2. Señor, de muy buena gana te confío todos mis asuntos, porque muy poco pueden ayudarme mis proyectos. ¡Ojalá no me preocuparan tanto los eventos venideros y me ofreciera sin vacilar a tu voluntad!

3. Hijo, sucede con frecuencia que el hombre persiga con ansia alguna cosa; pero, una vez que la haya logrado, comienza a juzgarla de otra manera, porque las afirmaciones hacia uno mismo objeto no duran mucho, sino que nos empujan de una a otra cosa. No es, por lo tanto, un argumento pequeño renunciar a sí mismos también en los asuntos de poca importancia.

Lea también: Capítulo 39|Evitar la impertinencia en nuestro obrar

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.