2. Y entretanto, ¿qué te diré? Señor, que se cumpla tu voluntad (Mt. 26, 42). Esta aflicción y angustia la tengo bien merecida, es necesario que la sufra, ojalá con paciencia, hasta que la tormenta pase y sobrevenga la calma.

Poderosa es tu mano omnipotente para apartar de mi también esta tentación y mitigar su furor para que no sucumba totalmente, de la misma manera que los has hecho muchas veces antes conmigo, Dios mío, misericordia mía (Sal. 58, 17). Y cuánto más difícil es para mí, tanto más fácil es para ti este cambio de la diestra del Altísimo (Sal. 76, 11).

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.