2. En verdad , Señor, no hay ninguna santidad, si apartas tu mano. De nada servirá la sabiduría, si tú no la gobiernas. De nada aprovechará la fortaleza, si tú no la sostienes. No habrá castidad segura, si tú no la proteges.

Todo control de sí mismo será inútil, si falta tu santa vigilancia. Abandonados a nosotros mismos, nos sumergimos y perecemos; ayúdanos, cobramos fuerzas y vivimos.

Somos por naturaleza inestables, pero si tú nos das una mano seremos firmes, y si nos entibiamos, tú nos inflamarás.

Lea también: Capítulo 14|Pensar en el juicio de Dios para no envanecernos del bien

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.