2. Un grande y beneficioso purgatorio tiene aquí el hombre sufrido; el que, al recibir las injurias, más le duele la maldad del ofensor que la enfrenta recibida; el que alegremente, ruega por sus adversarios y les perdona con sinceridad los ultrajes que le han infligido; el que no demora en pedir perdón y que es más pronto a olvidar que a enojarse; el que, con frecuencia, se hace violencia a sí mismo para someter la inclinación natural al espíritu.

Es mejor detestar los pecados y terminar con las malas tendencias ahora que expiarlos después. En verdad nos engañamos a nosotros mismos si, contra el orden establecido por Dios, preferimos el amor desordenado a las cosas materiales.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.