1. Señor, deseo recibirte con la más viva devoción y con el más inflamado amor, con todo el afecto y fervor del corazón, del mismo modo que desearon recibirte en la sagrada comunión muchos santos y personas devotas que te agradaron mucho por la santidad de su vida y por su ardiente piedad.

¡Oh Dios mío, amor eterno, todo mi bien, felicidad interminable! Anhelo recibirte con un deseo tan intenso y una veneración tan profunda como jamás tuvo ni pudo experimentar ningún santo.

Lea también: Ojalá pudiera quemarme totalmente en tu presencia, consumirme y transformarme en ti

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.