2. Tu sabes muy bien excusar y disimular tus faltas, pero no quieres admitir las disculpas ajenas. Más justo sería que te acusaras a ti mismo y excusaras a tu hermano. Aguanta a los demás si deseas que te soporten a ti.

Mira cuán lejos estas todavía de la verdadera caridad y humildad. Quien las posee sólo se irrita y enoja contra sí mismo y no contra el prójimo. No es mucho mérito convivir con los buenos y con los mansos, ya que esto place a todos y a todos nos gusta vivir en armonía y amar más a los que piensan como nosotros.

Pero tolerar pacíficamente a los malos, a los indisciplinados, a los que se complacen en contradecirnos, es una gracia grande, una hazaña no común y una obra varonil.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.