4. Algunos renuncian a sí mismos, pero con alguna excepción. Como no confían totalmente en Dios, se preocupan con frecuencia de sus cosas. Otros, al principio, lo ofrecen todo, pero, más tarde, golpeados por la tentación, vuelven a lo que era propio y por eso no progresan en la virtud.

Todos estos nunca llegarán a la verdadera libertad del corazón puro, ni adquirirán la gracia de mi suave intimidad si antes no aceptan una total y diaria abnegación de su persona, sin la cual no hay ni puede haber una gozosa unión conmigo.

Lea también: ¿Señor, cuántas veces debo abnegarme y en qué cosas renunciar a mí mismo?

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.