80. En consecuencia, ¿es de asombrarse que nuestro señor haya dicho que aquel que quiera seguirlo debe renunciarse a sí mismo y odiar su alma, y que aquel que ama su alma la perderá y quien la odia la salvará? (Jn. 12, 25). Esta sabiduría infinita que no da mandatos sin razón, no nos ordena odiarnos a nosotros mismos, sino porque somos grandemente dignos de ira: nada tan digno de amor y nada tan digno de ira como nosotros mismos.

Fuente: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María y el Secreto de María

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