1.Hijo, en toda circunstancia di así: Señor, si esta es tu voluntad, que así se haga. Señor, si es para honra tuya, que esto se cumpla en tu nombre. Señor, si es que me conviene y conoces que me es provechoso, concédemelo para que lo use en tu honor. Pero, si sabes que me será dañino y que no aprovechará a la salvación de mi alma, aleja de mí ese deseo.

Porque no todo deseo proviene del Espíritu Santo, aunque al hombre le parezca recto y bueno. Es difícil juzgar con certeza si te mueve el espíritu bueno o malo a desear esto o aquello, o si te induce tu propia voluntad. Muchos, que al principio parecían llevados por el buen espíritu, comprendieron más tarde que andaban extraviados.

Lea también: ¿Cómo puede engreírse con inútiles alabanzas el corazón que está de verdad sujeto a Dios?

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.