1. Cualquier cosa que pueda pensar o desear para mi consuelo, no la debo esperar aquí, sino en la otra vida. En efecto, aunque yo tuviera en este mundo todas las satisfacciones y pudiera hartarme de todos sus placeres, es cierto que no podría disfrutar de ellos por mucho tiempo.

Así que no podrás, alma mía, ser consolada plenamente ni perfectamente recreada sino en Dios, que es el consolador de los pobres y el sostén de los humildes. Espera todavía un poco, alma mía; espera la promesa divina y en el cielo tendrás abundancia de bienes. Si codicias desordenadamente los bienes temporales, perderás lo eternos y celestiales.

Sírvete de las cosas temporales, pero aspira siempre a las eternas. No puedes saciarte con ningún bien terrenal, porque no fuiste creada para gozarlos.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.