4. Otórgame morir a todo lo que hay en el mundo y haz que desee por ti ser despreciado y olvidado en esta vida. Concédeme, sobre todo, lo que más anhela mi alma: descansar en ti y en ti aquietar mi corazón.

Tu eres la verdadera paz del espíritu, tú el único reposo. Fuera de ti todo es molestia e inquietud. En esta paz permanente, es decir, en ti, Sumo y eterno Bien, dormiré y descansaré (Sal. 4, 9). Amén.

Lea también: Señor, tú sabes lo que es mejor; que se haga esto o aquello, como tu quieras

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.