2. Por lo tanto, cualquier cosa que llegue al pensamiento, siempre se ha de desear y pedir a Dios con temor y humildad de corazón y sobre todo debes, con resignación, encomendarlo todo diciendo:

Señor, tú sabes lo que es mejor; que se haga esto o aquello, como tu quieras. Da lo que quieres, cuanto quieres y cuando quieres. Haz conmigo según el mayor honor tuyo. Ponme donde quieras y libremente haz conmigo lo que deseas. Estoy en tus manos: vuélveme y revuélveme a tu antojo. Aquí tienes tu siervo, dispuesto a todo; porque no aspiro vivir para mí, sino para ti, y quiera el cielo que lo haga de manera digna y perfecta.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.