1.Hijo, yo soy el Señor que consuela en el día de la tribulación (Nah. 1, 7). Ven a mí cuando algo te va mal. Lo que más impide el consuelo celestial es que recurres demasiado tarde a la oración. ¿Por qué, antes de dirigirte a mí a través de la oración, buscas muchos consuelos y te recreas en cosas exteriores? De aquí proviene que todo te aprovecha poco hasta que te des cuenta que yo soy el libro a los que esperan en mí, ya que, fuera de mí, no hay ayuda eficaz, ni consejo útil, ni remedio duradero.

Una vez que hayas recuperado el aliento después de la tempestad, recobra las energpias a la luz de mis misericordias, porque, dice el Señor, estoy tan cerca para restablecer todas las cosas como eran antes no sólo en su integridad sino en medida más abundante y completa.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.