1.Señor, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, o el hijo del hombre para que tú lo visites? (Sal. 8, 5). ¿Qué méritos a alcanzado el hombre para que tú le dieras tu gracia?

Señor, ¿de qué puedo quejarme si me abandonas? ¿Qué podré alegar con justicia, si no me otorgas lo que te pido? En verdad, sólo una cosa puedo pensar y decir: Señor, nada soy, estoy vacío de todo y siempre voy hacia la nada. Y si no soy ayudado y fortalecido interiormente por ti, me vuelvo enteramente tibio y falto de vigor.

Lea también: Velad y orad, dice el Señor, para que no caigás en tentación

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.