3. ¡Señor, dame tu ayuda en la tribulación, porque es vano el socorro del hombre (Sal. 59, 13). Cuántas veces no encontré fidelidad donde más pensé que debía estar y cuántas veces la hallé donde menos lo esperaba. Por eso es ilusoria la esperanza puesta en los hombres, mientras que en ti, mi Dios, está la salvación de los justos.

Bendito seas, Señor y Dios mío, en todas las cosas que nos suceden. Somos débiles e inconstantes; fácilmente nos engañamos y cambiamos de parecer.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.