1. Aunque tuvieras la pureza de los ángeles y la santidad de san Juan Bautista, no serías digno de recibir ni de tocar este sacramento. Porque no depende de los méritos humanos si el hombre consagra, tiene en sus manos el sacramento de Cristo y se alimenta con el pan de los ángeles.

Grande es el cargo y grande la dignidad de los sacerdotes, a los cuales fue concedido un poder que les fue denegado a los ángeles. Ya que sólo los sacerdotes legítimamente ordenados en la Iglesia tienen la potestad de celebrar y consagrar el cuerpo de Jesucristo.

Ciertamente el sacerdote es ministro de Dios y es, además, por mandato e institución del Señor, distribuidor de la palabra divina, pero allí, el agente principal y el ejecutor invisible es Dios, a cuya voluntad todo está sujeto y a cuyo mandato todo obedece.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.