1. Hijo, mi gracia es preciosa y no admite ser mezclada con cosas ajenas a ella ni con consuelos mundanos. Por lo tanto, si quieres que esta gracia te sea infundida debes alejar todo lo que la obstaculiza.

Procúrate un lugar solitario, ama estar a solas contigo, no busques la conversación de nadie y ruega a Dios con férvida plegaria para que tengas contrición de espíritu y pureza de conciencia.

No le tengas ningún aprecio al mundo entero y prefieras ocuparte más en Dios que en todas las cosas exteriores, porque no puedes dedicarte a mí y al mismo tiempo a intereses transitorios.

Debes separarte de conocidos y amigos y tener el alma libre de todo placer temporal. Del mismo modo deben portarse en el mundo los servidores de Cristo según lo recomienda el apóstol san Pedro cuando afirma que deben considerarse como peregrinos y extranjeros (1 Pe. 2, 11).

Lea también: Juzguémonos dignos de castigo y no de consuelo

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.