1.No es difícil despreciar el consuelo humano cuando se tiene el divino. Pero si es gran cosa, y muy grande, vivir privado de cualquier alegría, divina y humana; soportar, de buen ánimo y por la gloria de Dios, el destierro a que se ve reducido a veces el corazón, sin buscarse en nada a sí mismo y sin mirar a los propios méritos.

¿Qué hay de extraordinario en estar contento y ser devoto cuando te visita la gracia? Todos desean este momento. Muy ligero galopa aquel a quien lleva la gracia de Dios. ¿Y qué hay de extraño si no le pesa la caga al que es transportado por el Todopoderoso y dirigido por el Sumo Conductor?

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.