En el Cerro Las Palomas, a 3350 m.s.n.m., hay una frailejón observándonos, sus delicadas hojas están cubiertas con millones de vellosidades que lo protegen de las bajas temperaturas y los picantes rayos del sol.

Cuando llega la bruma, atrapa el agua de las nubes, la filtra por sus hojas y tallos donde la conserva entre musgo y plantas. Lentamente irá descendiendo, gota tras gota, entre riachuelos y quebradas, hasta llegar a extensos ríos y el mar.

El frailejón continúa tieso, mirando al ocaso, exhalando su aliento y exhortando al pueblo a que cuidemos su ecosistema, evitemos que tumben el monte, la contaminación con agroquímicos y sus desechos.