3. Efectivamente, el hombre interior se siente muy aplastado por las necesidades de este mundo y es por eso que el Profeta ruega con fervor para verse libre de ellas: Líbrame, Señor, de mis necesidades (Sal. 24, 17).

¡Ay de aquellos que no reconocen su miseria!, y, más todavía, ¡ay de los que aman esta vida miserable y corruptible! Porque hay algunos tan apegados a este vivir que, si pudiesen permanecer siempre aquí, aunque fuera con lo puro necesario, mendigando o trabajando duramente, no les importaría nada el reino de Dios.

Lea también: La felicidad del hombre no está en ser dueño de una gran abundancia de bienes; le basta una modesta cantidad

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.