2. Es verdad que pueden pronunciar palabras, pero ellas no dan el espíritu. Hablan elegantemente, pero si tú guardas silencio, no encienden el corazón. Enseñan la letra, pero tú abres el sentido. Predican misterios, más tú los haces comprender. Promulgan preceptos y tú ayudas a cumplirlos. Enseñan el camino y tú das energías para recorrerlo. Ellos obran exteriormente, mientras tú instruyes y mueves los corazones.

Ellos riegan la superficie, y tú, por dentro, das la fecundidad. Ellos claman sin cesar, y tú das al oído la facultad de entender.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.