10. Cuando el hombre haya llegado al punto de no buscar consuelo en ninguna criatura, entonces comenzará por primera vez a gustar perfectamente de Dios y estará contento de lo todo lo que pueda acontecer.

Entonces no se alegrará por lo mucho ni se entristecerá por lo poco que pueda poseer; sino que, íntegra y confiadamente, se pondrá en la mano del Señor que para él es todo en todas las cosas; en las manos de Dios, para quien ninguna cosa perece ni muere, sino que todas viven y, a una señal suya, le obedecen sin tardanza.

Lea también: ¡Oh, si no tuviéramos otra ocupación que alabar al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro corazón y con toda nuestra voz!

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.