2. Por cuanto hayas estudiado y aprendido, siempre deberás volver al único y primer principio. Yo soy el que enseña a los mortales la sabiduría (Sal. 93, 10); yo soy el que otorga a los pequeños un conocimiento más claro que aquel que pueda ser enseñado por cualquier hombre. Aquel a quien yo hable, pronto será sabio y mucho progresará en lo espiritual.

¡Ay de aquellos que andan buscando entre la gente todas las curiosidades, sin dedicar un instante a conocer el camino que conduce a mi servicio!

Llegará el día en que aparecerá Cristo, el Maestro de los maestros, el Señor de los ángeles, para escuchar lo que cada uno ha de manifestar y para examinar la conciencia de todos. Y entonces escudriñará a Jerusalén con linternas (Sof. 1, 12) y se descubrirán los secretos ocultos por las tinieblas y callarán todos los argumentos fundamentados sólo en palabras.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.