Comencé a verte, a reconocerte, a sentirte.

Te transformabas a tu antojo para que te pudiera ver.

Cantabas entre las piedras, en las ramas de un árbol muy grande jugabas.

Volabas con el viento visitando los espacios donde me encontrara, en el aire te quedabas sólo para que te pudiera ver.

De entre la arena brotabas para sorprenderme y de entre los pétalos de las flores expedías tus perfumes con gracia para llegar a mí, y dejarte ver.

Amanecías dando vueltas, mezclándote con las enredaderas de mi cabello, te ibas con la luna en las noches para regresar con el sol y dejarte ver.

Pintabas tu cuerpo con los azules del cielo, con el verde de las montañas.

Te hacías de cristal como un manantial nuevo para que como en realidad eres, yo te pudiera ver.

Permanecías en el aire, la tierra, el agua; por entre la savia de las plantas con la misma intensión.

Te pude hallar, siempre lo hago, eres parte de la naturaleza, te has extendido por todas sus expresiones llegando a conectarte con cada una de sus manifestaciones físicas y no físicas donde todos permanecemos habiéndolo olvidado.

Me buscas con afán para que natural, siempre natural te pueda yo, ver.

De igual manera he estado. 

Natural es que también me ves.

Eras arena, fuego, leño, hojarasca… 

Cada vez que te vi, cada momento que te veo.

Por:

Berenice Pérez Hincapié

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