4. No hay ofrenda más meritoria ni satisfacción mayor para borrar lo pecados que el ofrecimiento total y perfecto de sí mismo a Dios juntamente con el sacrificio del cuerpo de Cristo en la Misa y en la Comunión.

Cuando el hombre haga de su parte todo lo que pueda y tenga verdadero arrepentimiento de sus pecados, siempre que acuda a mí para obtener gracia y misericordia, yo se los perdonaré todos, porque: Vivo yo, afirma el Señor, que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez. 33, 11) y, por eso, no volveré a recordar ni sus pecados ni sus iniquidades (Heb. 10, 17).

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.