6. Ella es maestra de verdad, regla del buen vivir, luz del corazón, consuelo de los afligidos. Ella ahuyenta a la tristeza, suprime al temor, alimenta a la piedad y hace brotar las lágrimas.

¿Qué soy yo sin la gracia, sino un madero seco, o una rama inútil, que para nada sirve sino para ser tirado?

«Que tu gracia, Señor, continuamente me preceda y me acompañe, y me conceda estar siempre pronto a obrar, por Jesucristo, tu Hijo. Amén».

Lea también: Te suplico, Señor, que yo encuentre gracia a tus ojos

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.