7. Señor, hazme comprender lo que debe ser comprendido, amar lo que se ha de amar, alabar lo que a ti te agrada por encima de todas las cosas, apreciar lo que para ti es precioso y detestar lo que es abyecto a tus ojos.

No permitas que yo juzgue según la visión de los ojos corporales ni sentencie por lo que se oiga decir (Is. 11, 3) a hombres inexpertos, sino que discierna con sano juicio entre lo visible y lo espiritual y sobre todo busque siempre cumplir aun las mínimas manifestaciones de tu voluntad.

Lea también: Tú conoces todas y cada una de las cosas que han de suceder y nada hay oculto para ti en la conciencia humana

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.