2. El amante prudente no considera tanto el don del amado cuanto el amor del que da. Más bien mira a la voluntad del donante que al regalo recibido y pone a su amado por encima de todos los dones. El amante noble no descansa en el obsequio sino en mí, que estoy más arriba que todas las dádivas.

Cuando no abrigas hacia mí o hacia mis santos tan elevados sentimientos como tú quisieras, no lo consideres todo perdido.

Ese tierno y dulce efecto que de vez en cuando experimentas, es obra de la presencia de la gracia, y es un anticipo de la patria celestial. Sobre lo cual, no debes confiar demasiado porque va y viene.

Sólo la lucha contra las inclinaciones desordenadas del alma y el menosprecio de las sugerencias del demonio constituyen una señal de virtud y de gran mérito.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.