3. Yo, dice Dios, desde el principio enseñé a los profetas y no he cesado hasta ahora de hablar a todos, pero muchos son sordos y duros a mi voz. Oyen con más gusto al mundo que a Dios y siguen más fácilmente sus malas inclinaciones que la voluntad de Dios.

El mundo les promete cosas temporales y pequeñas y, no obstante, le sirven con gran afán. Yo les prometo cosas grandes y eternas y los corazones de los mortales no se mueven.

¿Quién me sirve a mí y me obedece en todo con tanto celo como se sirve al mundo y a sus señores? Avergüénzate, Sidón, le dice el mar (Is. 23, 4). Y, si quieres conocer la causa, escucha:

Por un pequeño beneficio los hombres recorren un largo camino y por la vida eterna muchos apenas levantan un pie del suelo.

Los hombres buscan una miserable ganancia y, algunas veces, disputan vergonzosamente entre ellos por una moneda. Por algo que no vale nada y por una pequeña promesa no tienen miedo del trabajar de día y de noche.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.