3. El que no es hombre de vida interior y no tiene a Dios delante de sus ojos, fácilmente se irrita por una palabra de menosprecio. Pero el que confía en mí, y no vive agarrado a su propio parecer, no le tendrá ningún miedo a los hombres.

Yo soy el juez que conoce todos los secretos; yo sé como han sucedido las cosas y sé muy bien quién ha provocado la injuria y quién la ha recibido.

Lo que ha sucedido, sucedió porque yo lo he permitido. De mí han salido estas palabras: Para que fueran descubiertos los pensamientos de muchos corazones (Lc. 2, 35). Yo sentenciaré entre culpabilidad e inocencia, pero antes quiero que uno y otro sean sometidos a un juicio no conocido por los demás.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.