3. ¡Oh poderosísimo Dios de Israel y amigo defensor de las almas fieles! Mira la fatiga y el sufrimiento de tu siervo y asístele en todas las obras que lleve a cabo. Fortaléceme con vigor celestial para que no me dominen el hombre viejo ni la carne miserable, no sometida plenamente al espíritu, y otórgame la gracia de luchar contra ella mientras viva en este mundo.

¡Qué triste es esta vida donde no faltan tribulaciones y miserias, donde todas las cosas están llenas de emboscadas y enemigos! Apenas una tribulación o tentación se retira, en seguida aparece otra; y mientras todavía se desarrolla un combate, otros varios llegan inesperadamente.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.