1.Vela y trabaja con esmero en el servicio de Dios y pregúntate a menudo: ¿A qué viniste? ¿Por qué abandonaste el mundo? ¿No fue acaso para servir a Dios y hacerte hombre espiritual? Sé, pues, decidido en el camino hacia la perfección, ya que dentro de breve tiempo recibirás el premio de tus esfuerzos y en tu horizonte no habrá más temor ni dolor.

Ahora te tocará trabajar todavía un poco, pero pronto percibirás mucho descanso y perpetua alegría. Si eres fiel y esforzado en cumplir el bien, sin duda Dios será cumplidor y generoso en pagarte. Mantén firme la sana esperanza de llegar a la victoria, pero no te conviene tener la seguridad absoluta para no aflojar y ensoberbecerte.

Lea también: Todo, por lo tanto, es vanidad, menos el amar a Dios y a él solo servir

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.