1. Señor y Dios mío, que me has creado a tu imagen y semejanza, concédeme esta gracia que me demostraste ser tan grande y tan necesaria par la salvación, para que con ella pueda vencer mi pésima naturaleza que me arrastra a los pecados y a la perdición.

Porque, en mis miembros, yo siento, contraria a la ley de mi razón, la ley del pecado (Rom. 7, 23) que me esclaviza y, con frecuencia, me incita a obedecer a los sentidos y no puedo enfrentarme a sus pasiones si no me asiste tu santísima gracia, oportunamente infundida en mi corazón.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.