1.La gloria del hombre virtuoso reside en el testimonio de la buena conciencia. Ten buena conciencia y tendrás alegría continua.

La recta conciencia sobrelleva muchas cosas y está muy alegre en las adversidades. La mala conciencia siempre se siente temerosa e inquieta.

Si tu corazón no te reprende, descansarás agradablemente. No te regocijes sino cuando hayas obrado bien.

Los malos nunca gozan de verdadera alegría ni tienen paz interior, porque, dice el Señor, no hay paz para los impíos (Is. 48, 22; 57, 21) Y si afirman: «Estamos en paz, ninguna desgracia nos alcanzará (Miq. 3, 11), ¿quién se atreverá a ofendernos?», no lo creas, porque se levantará de súbito la cólera de Dios y lo que hicieron será reducido a nada y todos sus proyectos fenecerán (Sal. 145, 4).

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.