1.Cuando Jesús está presente, todo marcha bien y nada presente, todo marcha bien y nada parece difícil; pero cuando Jesús no está, todo se vuelve duro.

Cuando Jesús no habla en nuestro corazón, ningún consuelo nos satisface; pero, si Jesús dice una palabra, se experimenta una gran consolación.

¿No se levantó inmediatamente María Magdalena del lugar que estaba llorando cuando Marta le dijo: El Maestro está aquí y te llama (Jn. 11, 28).

¡Dichosa la hora en la cual Jesús llama de las lágrimas al gozo del espíritu! ¡Cuán árido y seco eres sin Jesús! ¡Qué tonto y futuo si algo deseas fuera de Jesús! Díme, ¿no es este un daño más grande que perder el mundo entero?

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.