4. Cuando Dios te dé alguna satisfacción espiritual, recíbela con gratitud y comprende que es un regalo de Dios y no un merecimiento tuyo. No te enorgullezcas ni te alegres demasiado, ni presumas vanamente; por lo contrario, humíllate por el don recibido y sé más prudente y temeroso en todas tus obras porque aquel momento pasará y la tentación retornará.

Cuando te veas privado de consuelo, no pierdas enseguida la esperanza. Espera, con humildad y paciencia, que vuelva la visita celestial, porque Dios es poderoso para darte consuelos aún mayores.

Esto no es algo nuevo ni raro para los que han experimentado el camino de Dios, porque también los grandes santos y los antiguos profetas pasaron por esta alternativa.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.